
Internet IA-First: el futuro donde todo empieza con ChatGPT
Las últimas dos semanas han sido mucho más que otro lanzamiento de OpenAI. No se trata solo de nuevas funciones o aplicaciones: ha comenzado el Internet IA-First, un nuevo capítulo donde la inteligencia artificial deja de ser una herramienta y se convierte en la capa central de toda la experiencia digital.
En este nuevo escenario, ChatGPT actúa como el sol del ecosistema, la interfaz cognitiva que organiza cómo pensamos, buscamos, creamos y decidimos. A su alrededor orbitan los componentes que hacen posible este Internet “IA-Ready”: el Apps SDK y el MCP, que permiten que miles de aplicaciones se integren dentro de la conversación; AgentKit, la fábrica donde nacen inteligencias que aprenden y colaboran; y el ACP, el protocolo que transforma las conversaciones en transacciones, dando forma al comercio agéntico. Pulse añade memoria, contexto y proactividad, anticipando nuestras necesidades. Y Sora aporta la capa emocional y creativa: vídeo, cultura, identidad.
En conjunto, todo esto no amplía Internet: lo reinventa. Estamos entrando en una era donde la conversación es la nueva interfaz y la inteligencia artificial, su nuevo sistema operativo.
Internet ha tenido tres grandes edades
La primera fue la era de los hipervínculos y los navegadores. La segunda, la de los smartphones y las aplicaciones. Hoy, en 2025, estamos entrando en la tercera gran transición: la del Internet IA-First, donde la inteligencia artificial deja de ser una herramienta y se convierte en la infraestructura central de la interacción digital.
Hasta ahora, las personas navegaban por Internet; en esta nueva era, Internet navega por nosotros. El usuario deja de ser quien busca y pasa a ser quien conversa. La acción no comienza en Google ni en un navegador, sino en una interfaz conversacional —ChatGPT, Claude, Gemini o Perplexity— que interpreta la intención humana y actúa como mediador universal entre personas, datos y servicios.
ChatGPT, con más de 800 millones de usuarios activos semanales, se ha convertido en el epicentro de esta revolución. Su evolución deja claro que OpenAI ya no está construyendo un chatbot, sino un sistema operativo cognitivo, un entorno donde la conversación reemplaza al clic, el lenguaje sustituye al menú y la inteligencia artificial se convierte en el tejido conectivo de todo el ecosistema digital.
El CEO de OpenAI, Sam Altman, ha sido claro: el objetivo no es simplemente ofrecer un producto de consumo, sino construir una nueva capa fundacional de Internet, capaz de orquestar servicios, ejecutar transacciones y potenciar la productividad global. ChatGPT ya no es un destino; es una plataforma de acceso. Y esto lo cambia todo.
Del navegador al interlocutor
Durante dos décadas, el navegador web ha sido el verdadero sistema operativo de Internet. Desde él accedemos a nuestras aplicaciones, gestionamos el correo, las redes sociales, la productividad y el comercio. Sin embargo, ese paradigma está agotado: demasiadas pestañas, demasiadas cuentas, demasiadas fricciones. La IA no entra para añadir otra capa, sino para simplificar y reordenar el caos digital.
En palabras de Nick Turley, jefe de producto de ChatGPT, el modelo actual todavía se encuentra en la “era de la línea de comandos”: potente, pero rudimentario. El objetivo ahora es pasar de la interfaz textual a una interfaz cognitiva y visual, donde cada solicitud humana desencadene un flujo de acción automatizado que combine texto, voz, datos y aplicaciones sin interrupciones.
En esta nueva arquitectura, ChatGPT ya no se comporta como un programa dentro de un sistema operativo, sino como el sistema operativo en si mismo. Al igual que Windows o macOS gestionaban ventanas y procesos, ChatGPT gestionará contextos e intenciones, integrando aplicaciones, servicios y comercios dentro de un flujo conversacional unificado.
La lógica IA-First
Adoptar una mentalidad IA-First implica algo más que incorporar modelos de lenguaje a los procesos. Significa reimaginar la relación entre el humano, la máquina y la información. Donde antes el software era el punto de partida, ahora lo es la conversación. Donde antes la interfaz era una pantalla llena de iconos, ahora es una mente digital que comprende lenguaje natural, contexto y propósito.
En este nuevo paradigma el navegador se vuelve secundario, el prompt sustituye al clic, y la IA se convierte en el sistema operativo invisible que traduce deseos en acciones.
OpenAI, consciente de ello, está diseñando una infraestructura que va más allá del modelo GPT. El lanzamiento del Apps SDK, el Protocolo de Contexto del Modelo (MCP), el Protocolo de Comercio Agéntico (ACP) y el AgentKit no son simples extensiones: son los pilares de un nuevo Internet donde cada agente de IA puede conectarse, transaccionar y aprender dentro de un ecosistema común.
Un cambio de escala cognitiva
La historia de Internet siempre ha estado marcada por un salto en la interfaz:
- El clic definió la era del navegador.
- El swipe definió la era móvil.
- El prompt definirá la era IA-First.
La conversación con la máquina ya no será una tarea, sino una colaboración continua. Los usuarios no buscarán información, sino resultados; no gestionarán herramientas, sino delegarán intenciones. El lenguaje humano será el nuevo sistema operativo. Y en el centro de todo, ChatGPT, como el primer “motor cognitivo” del Internet de próxima generación.
“La IA no es una aplicación más en Internet; es el nuevo Internet.”
La nueva capa de interacción digital: ChatGPT como sistema operativo
En 1995, el navegador web se convirtió en la puerta de entrada al mundo digital. Dos décadas después, los smartphones y las aplicaciones móviles tomaron el relevo. Hoy, en 2025, la conversación se ha convertido en la nueva interfaz universal. Ya no “abrimos” Internet: hablamos con él.
La visión de OpenAI —y en particular de Nick Turley, jefe de producto de ChatGPT— redefine la idea misma de sistema operativo. Si en los años noventa los sistemas operativos gestionaban ventanas, archivos y programas, ChatGPT gestionará algo más intangible, pero mucho más poderoso: el contexto. El nuevo “sistema operativo cognitivo” no se organiza por carpetas o iconos, sino por intenciones, relaciones y tareas.
Del prompt a la acción
Turley lo resume así: “Estamos en la era de la línea de comandos de la IA.” Y tiene razón. Aunque hoy ChatGPT es extremadamente potente, su interfaz sigue siendo esencialmente textual. La siguiente etapa —ya en desarrollo— apunta hacia una experiencia visual, fluida y multimodal, donde el usuario pueda ejecutar tareas, conectar aplicaciones y tomar decisiones complejas sin salir del flujo conversacional.
Imagina pedir: “Prepara una propuesta visual con los datos del último informe y envíala al equipo de marketing antes de las 5.”
ChatGPT no solo entiende el contexto, sino que ejecuta cada paso: analiza el informe, diseña la presentación en Canva, la comparte por Slack, y agenda el envío en Outlook. La interfaz desaparece; la conversación se convierte en la acción. Y eso es exactamente lo que hace de ChatGPT el núcleo operativo del nuevo Internet IA-First.
ChatGPT como mediador universal
En la arquitectura tradicional, cada aplicación existía en su propio silo. Había que abrir una app para cada cosa: una para escribir, otra para pagar, otra para diseñar, otra para aprender. Ese paradigma fragmentado está siendo sustituido por uno unificado y contextual, donde ChatGPT actúa como mediador entre las intenciones humanas y las capacidades digitales.
Gracias al Protocolo de Contexto del Modelo (MCP), ChatGPT puede conectarse a fuentes externas (como bases de datos, APIs o sistemas empresariales), comprender el contexto del usuario y ofrecer respuestas personalizadas en tiempo real. El MCP es, en cierto modo, el “sistema de archivos” de la nueva Internet de IA: un estándar abierto que permite a la máquina acceder, procesar y razonar sobre la información sin salir de la conversación.
La interfaz conversacional: el nuevo escritorio
En la era de Windows y macOS, la metáfora era el escritorio. En la era de la IA, la metáfora es el diálogo. El usuario no organiza su flujo de trabajo en carpetas, sino en hilos conversacionales. Cada hilo puede representar un proyecto, una tarea o incluso una relación. ChatGPT recuerda, contextualiza y conecta cada conversación con la información relevante. Y gracias a su nueva memoria persistente, puede retomar temas antiguos, aprender de las preferencias del usuario y anticiparse a sus necesidades. Esto transforma la experiencia digital en algo mucho más orgánico: ya no hay que “decirle” a la tecnología lo que queremos, porque la IA ya lo sabe.
Las aplicaciones dentro del flujo conversacional
La gran innovación de OpenAI fue comprender que la conversación no debía interrumpirse. En lugar de abrir ventanas o pestañas, las aplicaciones viven dentro del chat. Cuando el usuario menciona una necesidad —una reserva de hotel, una presentación, un curso o una compra—, ChatGPT sugiere una aplicación asociada, la ejecuta en contexto y muestra el resultado sin romper el flujo.
Ejemplos como estos ya son reales:
- Si el usuario planea un viaje, ChatGPT puede sugerir Booking.com o Expedia, mostrar mapas y precios sin salir del chat.
- Si el usuario pide una playlist, se conecta con Spotify y la reproduce directamente.
- Si el usuario diseña una presentación, ChatGPT invoca Canva, genera diapositivas y permite editar en tiempo real.
Cada aplicación se comporta como un “módulo cognitivo” dentro del sistema operativo conversacional. Y gracias al nuevo Apps SDK, los desarrolladores pueden crear estas apps sin depender de OpenAI, extendiendo el ecosistema con total libertad.
El SDK y la democratización del desarrollo
El Apps SDK (Software Development Kit) es el “kit de herramientas” que convierte a ChatGPT en una plataforma abierta. Los desarrolladores pueden diseñar aplicaciones que no solo se integren visualmente, sino que interactúen de forma natural con el lenguaje humano. Esto no es una API clásica: es un entorno donde la interfaz es la conversación.
El SDK se basa en el MCP, lo que significa que las aplicaciones pueden conectarse a fuentes de datos externas y ofrecer funcionalidades avanzadas —desde análisis financieros hasta herramientas de diseño o educación—, todo sin salir del chat. Con ello, OpenAI resuelve un problema histórico: la fricción entre el usuario y el software. Ya no hace falta aprender a usar una app; basta con pedirle a la IA que lo haga. La curva de aprendizaje desaparece. El software se humaniza. Y esa es la esencia del Internet IA-First.
La transición hacia un entorno agéntico
El paso siguiente a la conversación contextual es la acción autónoma. En este nuevo Internet, los agentes de IA no solo responden, sino que ejecutan tareas complejas por iniciativa propia. Desde enviar recordatorios y analizar datos hasta comprar productos o gestionar proyectos, estos agentes actuarán como extensiones cognitivas del usuario.
ChatGPT se convierte así en un hub de agentes especializados, cada uno conectado a herramientas externas, flujos de trabajo y sistemas empresariales. Y con AgentKit, esta visión está empezando a materializarse. En suma, ChatGPT está dejando de ser un producto para convertirse en una plataforma cognitiva universal, capaz de coordinar personas, datos, aplicaciones y decisiones desde un solo espacio conversacional. El navegador web fue el sistema operativo de la era de la nube; ChatGPT es el sistema operativo de la era del conocimiento.
La reconfiguración del ecosistema de aplicaciones
Si en los noventa las páginas web fueron los átomos de Internet, y en los 2000 las aplicaciones móviles fueron sus moléculas, en la era IA-First, las aplicaciones conversacionales se están convirtiendo en el nuevo ADN digital. Ya no se trata de descargar, instalar o configurar: la IA las invoca cuando las necesitas.
El nuevo ChatGPT no vive rodeado de apps, es el ecosistema. Y ese cambio, aunque técnico, representa una revolución conceptual.
Del plugin a la aplicación nativa: una evolución natural
OpenAI ya había intentado construir un ecosistema de aplicaciones a través de los plugins de ChatGPT y la GPT Store. Aquellos primeros experimentos, sin embargo, se enfrentaron a una realidad: los usuarios no querían “añadir” funciones, querían que la IA lo hiciera todo por ellos. El modelo de plugin exigía demasiada fricción —búsqueda, instalación, permisos—, lo cual iba en contra del principio más poderoso de la inteligencia artificial: la invisibilidad.
Con la nueva generación de aplicaciones, esa barrera desaparece. Las apps están integradas de forma nativa en el flujo de conversación. No se descargan, no se instalan, no se buscan. Simplemente aparecen cuando tienen sentido, en el momento justo y con el contexto adecuado. Ejemplo: “Quiero organizar una escapada de tres días en la montaña, pero que no esté a más de 200 km y que tenga spa.” En lugar de mostrar enlaces, ChatGPT responde: “Puedo ayudarte con eso. ¿Te gustaría que abra Booking.com para ver opciones?” Y sin abandonar el chat, el usuario visualiza los alojamientos, ve un mapa interactivo y reserva directamente.
La interacción deja de ser técnica y se vuelve naturalmente humana.
Un ecosistema contextual y orgánico
El nuevo ecosistema se comporta como una red viva, donde cada aplicación tiene su propio propósito, pero todas comparten un mismo lenguaje: el del contexto. Las apps dentro de ChatGPT no son entidades aisladas, sino agentes colaborativos que entienden la intención del usuario y cooperan para ofrecer una respuesta integrada. Si alguien está escribiendo un plan de negocio, la IA puede:
- Pedir a Canva que genere una presentación visual.
- Consultar a Coursera para sugerir un curso sobre “pitch decks efectivos”.
- Y abrir Google Sheets para crear automáticamente las proyecciones financieras.
Todo sucede en un mismo flujo conversacional, con coherencia narrativa y sin saltos de interfaz. Este es el punto de inflexión: Internet deja de estar fragmentado en pestañas. La conversación lo unifica todo.
El Apps SDK: la piedra angular
En el corazón de esta nueva arquitectura se encuentra el Apps SDK (Software Development Kit). Se trata del marco que permite a los desarrolladores crear aplicaciones para ChatGPT de forma abierta y estandarizada. Basado en el Protocolo de Contexto del Modelo (MCP), el SDK define cómo las apps pueden integrarse dentro del flujo conversacional y acceder, con permiso del usuario, a los datos o servicios que necesitan.
Este SDK es al Internet IA-First lo que el navegador fue al Internet Web-First: la infraestructura común sobre la que se construye todo.
Sus principales características son:
- Integración contextual. Las apps se descubren de forma orgánica, dentro del chat, sin necesidad de instalación manual.
- Interfaz interactiva. Las apps pueden incluir elementos visuales —mapas, listas, formularios, imágenes o mini-dashboards— directamente en la respuesta del chat.
- Interoperabilidad total. Gracias al MCP, las apps pueden conectarse a fuentes externas (bases de datos, APIs, CRMs, sistemas ERP) sin romper la conversación.
- Privacidad y permisos explícitos. Antes de compartir cualquier dato, ChatGPT solicita autorización. El usuario conserva el control granular sobre qué aplicaciones pueden acceder a su información.
OpenAI ha lanzado esta nueva infraestructura con un grupo de socios iniciales estratégicos que representan distintos sectores del uso digital cotidiano:
- Booking.com y Expedia, para planificación y reservas de viajes.
- Canva, para diseño visual y presentaciones.
- Coursera, para aprendizaje y formación profesional.
- Spotify, para música personalizada e integración con playlists.
- Zillow, para búsquedas inmobiliarias con mapas interactivos.
- Figma, para diseño colaborativo y prototipado.
Estos socios no solo aportan funcionalidad, sino que sirven como modelos de referencia para otros desarrolladores. El mensaje es claro: si tu producto puede expresarse en lenguaje natural, puede integrarse en ChatGPT. Y pronto llegarán más: Uber, DoorDash, Target, Instacart o AllTrails ya están preparando sus integraciones. El objetivo es que el usuario pueda comprar, reservar, aprender o crear sin abandonar el entorno conversacional.
Privacidad y control: el nuevo contrato de confianza
Con tanto poder concentrado en una sola plataforma, la privacidad se convierte en el eje central. OpenAI exige a los desarrolladores cumplir políticas estrictas de transparencia y uso mínimo de datos. Cada vez que una app se conecta, el usuario recibe una notificación con los permisos solicitados y puede revocarlos en cualquier momento. Además, la compañía trabaja en un concepto revolucionario: la memoria particionada. Esto permitirá mantener “zonas separadas” dentro de ChatGPT —por ejemplo, una para trabajo, otra para salud, otra para ocio— y decidir qué aplicaciones tienen acceso a cada contexto. En otras palabras, el usuario vuelve a ser el propietario de su identidad digital, algo que en la web social se perdió hace tiempo.
Para los creadores de software, esta arquitectura representa una oportunidad gigantesca. El acceso a más de 800 millones de usuarios semanales convierte al ecosistema ChatGPT en un nuevo mercado global de aplicaciones, sin necesidad de tienda tradicional. La distribución se convierte en conversación. Y el descubrimiento, en recomendación contextual.
OpenAI aún no ha detallado su modelo de monetización, pero ya ha confirmado la incorporación del Protocolo de Comercio Agéntico (ACP), que permitirá pagos instantáneos dentro del chat. Esto significa que las apps podrán cobrar directamente por su uso, igual que lo hacen hoy en las plataformas móviles, pero sin comisiones abusivas ni fricciones de instalación.
Un ecosistema en expansión orgánica
Lo fascinante de este modelo es que no necesita viralidad: se alimenta del propio flujo de conversación. Cada vez que un usuario usa una app y menciona su nombre, la IA aprende a sugerirla en contextos similares. El crecimiento no depende del marketing, sino de la relevancia semántica.
Por eso, OpenAI no está construyendo solo un catálogo de aplicaciones, sino una red inteligente de capacidades. Un sistema donde cada herramienta aprende a aparecer cuando el usuario realmente la necesita.
La economía agéntica: comercio conversacional y pagos instantáneos
Si en la Web 2.0 los clics eran la moneda, en el Internet IA-First la transacción conversacional será el nuevo motor económico. Estamos entrando en una etapa en la que comprar, reservar o contratar no requiere abrir una web, llenar formularios o navegar por catálogos: basta con pedírselo a la IA. Esta transición, liderada por OpenAI con su Protocolo de Comercio Agéntico (ACP), marca el nacimiento de una economía que podríamos llamar “comercio cognitivo”, donde los agentes de IA actúan como intermediarios activos entre la intención del usuario y la oferta del mercado.
El nacimiento del comercio conversacional
Durante décadas, el comercio electrónico se estructuró en tres pasos: búsqueda, comparación y transacción. Hoy, esos pasos se están fusionando en uno solo, impulsado por el lenguaje natural. Un usuario puede simplemente escribir: “Quiero unas zapatillas para correr por menos de 100 euros que se adapten bien a terreno mixto.” Y ChatGPT no responde con enlaces. Responde con productos. Ofrece una selección curada, con imágenes, precios y botones de compra directa. La experiencia es instantánea, contextual y sin fricción. Ese clic —“Comprar”— no abre un navegador ni una pasarela externa: se ejecuta dentro del propio chat, gracias al sistema Instant Checkout, desarrollado junto a Stripe.
Instant Checkout: la compra sin salir de la conversación
Instant Checkout es el componente operativo que materializa la promesa del comercio agéntico. Permite completar una compra directamente dentro del flujo conversacional, con total seguridad y sin interrupciones. El proceso es tan natural que parece casi invisible:
- ChatGPT muestra opciones relevantes según la intención del usuario.
- El usuario elige un producto.
- La IA presenta un pequeño panel con los detalles del pedido, envío y pago.
- El usuario confirma con un toque o una breve instrucción (“Sí, cómpralo”).
Y todo sucede sin abandonar el chat.
Los métodos de pago integrados incluyen Stripe, Apple Pay y Google Pay, pero OpenAI planea incorporar otros medios y, en el futuro, incluso criptocarteras compatibles con el estándar ACP. Este sistema ya funciona con vendedores de Etsy en EE. UU., y próximamente se integrarán más de un millón de tiendas de Shopify.
Lo más importante es que el sistema no muestra anuncios patrocinados ni rankings manipulados: las recomendaciones son orgánicas y se basan en relevancia semántica. ChatGPT no es un escaparate; es un asistente de compras inteligente.
El Protocolo de Comercio Agéntico (ACP)
El verdadero cambio estructural no está en la experiencia visual, sino en la arquitectura subyacente: el Agentic Commerce Protocol (ACP). El ACP es un estándar abierto que define cómo los agentes de IA, las personas y las empresas pueden interactuar de forma segura para realizar transacciones. OpenAI lo co-desarrolló con Stripe y varios socios tecnológicos de primer nivel, y su código ha sido liberado como open source.
En términos prácticos, el ACP es el lenguaje común del comercio entre agentes. Permite que una IA identifique productos, negocie precios, gestione pagos y confirme pedidos sin depender de integraciones personalizadas o pasarelas cerradas.
Los tres pilares del ACP son:
- Interoperabilidad. Funciona con cualquier procesador de pagos o tipo de negocio.
- Simplicidad de integración. Las empresas pueden incorporarlo con una línea de código, sin rediseñar su backend.
- Control empresarial. El comerciante sigue siendo el responsable de la relación con el cliente (envíos, devoluciones, soporte).
Este enfoque mantiene el principio de transparencia: ChatGPT no “posee” la transacción, simplemente la facilita como intermediario cognitivo.
El agente como “comprador personal digital”
Con el ACP, ChatGPT se convierte en algo más que un asistente: se convierte en un agente comercial proactivo. Puede interpretar necesidades, analizar presupuestos, negociar alternativas y ejecutar compras de forma delegada.
Por ejemplo: “Necesito renovar los uniformes del equipo antes del viernes. Encuentra una opción de buena calidad con envío rápido y presupuesto máximo de 600 €.”
El agente busca, compara, y hasta podría negociar con proveedores según las políticas establecidas por el usuario o la empresa. Esto da lugar al nacimiento del comercio autónomo, donde la IA no solo asiste sino actúa como representante digital del usuario o la organización.
Este nuevo modelo abre una vía económica inédita: los agentes de IA con poder adquisitivo delegado. Un concepto que redefine la noción de “consumidor digital” y plantea nuevas preguntas regulatorias y éticas sobre la responsabilidad de las decisiones automatizadas.
La competencia: Google AP2 y la batalla por el comercio inteligente
Como toda revolución, esta no ha pasado desapercibida. Google, consciente del riesgo de perder el control del descubrimiento comercial, lanzó su propio protocolo abierto: el Agent Payments Protocol (AP2). Respaldado por más de 60 socios —entre ellos Mastercard, American Express y PayPal—, AP2 propone un enfoque más complejo y automatizado del comercio conversacional.
Mientras el ACP de OpenAI prioriza la simplicidad y el control del usuario, el AP2 de Google se enfoca en la automatización de extremo a extremo. Por ejemplo, permite que un agente ejecute compras sin intervención humana directa, siempre que se respeten los “mandatos de intención” y “mandatos de carrito” aprobados previamente por el usuario.
Incluso integra un módulo x402 para operaciones basadas en criptomonedas. Google no quiere quedarse fuera del comercio agéntico; quiere dominarlo.
Lo interesante es que ambos protocolos —ACP y AP2— son abiertos y teóricamente interoperables, lo que anticipa una nueva capa de Internet donde los agentes de IA hablarán entre sí para ejecutar transacciones. Estamos ante la estandarización del comercio cognitivo.
Implicaciones estratégicas: la IA como capa económica
Hasta ahora, la IA era una herramienta de análisis o productividad. Con el ACP y el comercio conversacional, se convierte en una capa económica activa del sistema global.
Esto implica tres transformaciones fundamentales:
- La IA genera ingresos directamente. Cada compra, reserva o suscripción dentro del chat deja una comisión.
- La recomendación se monetiza. La IA pasa de sugerir contenido a influir en decisiones económicas, convirtiéndose en el nuevo motor de distribución del comercio online.
- Las plataformas pierden exclusividad. Amazon, Google o Meta dejan de ser “el punto de partida” de la compra. Ese rol ahora pertenece a los agentes conversacionales.
En otras palabras: si las búsquedas comienzan en la IA, el dinero también lo hará allí.
El gran reto no es técnico, sino social: la confianza. Cuando un agente compra o negocia por ti, ¿cómo sabes que actúa en tu mejor interés? Aquí entran los mecanismos de transparencia, auditoría y trazabilidad. OpenAI plantea un modelo en el que cada acción comercial del agente deja un rastro verificable, similar a un “historial de transacciones conversacionales”. Esto permitirá revisar qué decisiones tomó la IA, con qué criterios y bajo qué límites de autorización. Si el comercio electrónico tradicional dependía de la usabilidad, el comercio agéntico dependerá de la confianza algorítmica.
Un nuevo escenario competitivo
El ACP no solo transforma la manera de comprar; transforma quién controla la economía digital. Si OpenAI logra que los usuarios confíen en su agente más que en un buscador o en una app, se convertirá en el nuevo intermediario universal del consumo digital.
No es descabellado imaginar que, en pocos años, una parte significativa del PIB digital mundial circule a través de conversaciones de IA. El navegador dio forma a la economía de la Web. La IA está dando forma a la economía de la intención. Y ChatGPT es su interfaz fundacional.
“Cuando la IA puede entender, negociar y ejecutar, deja de ser inteligencia: se convierte en economía.”
AgentKit: la fábrica de agentes inteligentes y el nacimiento del software agéntico
En la historia de la computación, ha habido momentos que han redefinido la forma en que las empresas crean tecnología. Primero fue el nacimiento del sistema operativo gráfico. Después, la irrupción de la web. Más tarde, la revolución móvil. Y ahora, en 2025, estamos viviendo el salto hacia el software agéntico, una nueva categoría donde la inteligencia artificial no solo ejecuta programas, sino que los diseña, los orquesta y los mejora en tiempo real.
El epicentro de este cambio se podría llamar AgentKit, la plataforma lanzada por OpenAI para construir, entrenar y desplegar agentes de IA a escala empresarial. Si ChatGPT es el sistema operativo cognitivo del nuevo Internet, AgentKit es su fábrica de aplicaciones vivas.
De las apps a los agentes: una nueva arquitectura de software
Tradicionalmente, el software se diseñaba como un conjunto de funciones predefinidas. Cada programa hacía exactamente lo que su creador le había ordenado. Pero la IA ha roto esa lógica determinista. Ahora, los sistemas pueden razonar, aprender y tomar decisiones dinámicas basadas en contexto.
Un agente no es una app con comandos; es una entidad digital con objetivos. Recibe una misión (“organiza mi agenda”, “analiza el mercado”, “detecta riesgos financieros”) y ejecuta una secuencia de acciones de forma autónoma, combinando herramientas, datos y otros agentes. Este modelo inaugura la era del software vivo, adaptable, que evoluciona con cada interacción. OpenAI ha diseñado AgentKit para hacer accesible ese paradigma a empresas, gobiernos y desarrolladores de todos los niveles.
Los bloques fundamentales de AgentKit
AgentKit no es una simple API ni un entorno de desarrollo clásico. Es un ecosistema completo de creación agéntica, compuesto por cuatro bloques clave: Agent Builder, Tools & Connectors, ChatKit, y Evals + RFT.
Veámoslos uno a uno 👇
1. Agent Builder: el lienzo visual para crear agentes.
El Agent Builder es la joya de la corona. Un entorno visual, tipo “canvas”, donde se diseñan flujos de trabajo multiagente sin necesidad de escribir una sola línea de código.
A través de una interfaz de arrastrar y soltar, los desarrolladores pueden definir:
- Nodos de inicio (qué desencadena el proceso).
- Agentes especializados, cada uno con su propia personalidad y objetivos.
- Condicionales (if/else) que definen decisiones automatizadas.
- Aprobaciones humanas, para mantener control en procesos sensibles.
- Guardarraíles éticos y operativos, que limitan el alcance de la IA.
El resultado es un flujo lógico que puede parecer un diagrama de procesos, pero con una diferencia fundamental: este diagrama cobra vida.
Ejemplo real: Una empresa financiera puede diseñar un flujo en el que un Agente de Clasificación analiza solicitudes de crédito, un Agente de Riesgo evalúa el historial, y un Agente de Cumplimiento valida normativas. Todo ocurre en paralelo, con comunicación entre agentes, supervisión humana y trazabilidad completa.
2. Tools & Connectors: la inteligencia que se conecta al mundo real.
Un agente no tiene poder si no puede acceder a datos o ejecutar acciones. Aquí entra en juego el Registry de Conectores, que integra servicios y herramientas externas a través del Protocolo de Contexto del Modelo (MCP).
Los agentes pueden conectarse a:
- Servicios de productividad: Gmail, Google Calendar, Outlook.
- Sistemas de negocio: Salesforce, Shopify, PayPal, SAP.
- Repositorios de archivos: Google Drive, SharePoint, Dropbox.
- Herramientas de análisis: bases de datos SQL, APIs financieras, dashboards personalizados.
Cada integración es modular y segura. El MCP actúa como la capa que traduce las peticiones del agente en lenguaje de máquina, manteniendo un contexto persistente.
Además, AgentKit permite a los desarrolladores añadir funciones personalizadas o mini-scripts para extender las capacidades de sus agentes, sin tener que modificar el modelo base.
3. ChatKit: conversaciones agénticas embebidas
El tercer componente, ChatKit, lleva los agentes al entorno visible del usuario. Permite incrustar interfaces de chat personalizadas en cualquier web o aplicación, con soporte para respuestas en streaming, gestión de hilos y visualización de la “reflexión interna” del agente (su razonamiento paso a paso).
Ejemplo: una empresa de soporte técnico puede crear un chat de asistencia donde un agente analiza incidencias, consulta documentación interna y sugiere soluciones en tiempo real, todo con una personalidad corporativa coherente. Canva usó ChatKit para construir un agente de atención al cliente en apenas dos semanas, reduciendo sus tiempos de respuesta en un 40%. En la práctica, ChatKit convierte a cada sitio web en una plataforma cognitiva embebida, donde los usuarios interactúan directamente con agentes especializados.
Evaluación y mejora continua: Evals y RFT
Crear un agente es fácil. Hacerlo fiable es otra historia. Por eso, OpenAI ha incluido en AgentKit un conjunto avanzado de herramientas de evaluación denominadas Evals. Estas permiten medir el rendimiento de los agentes, detectar sesgos, errores lógicos o debilidades en los flujos.
Entre las funciones más destacadas:
- Datasets de prueba para simular escenarios reales.
- Trace Grading, que evalúa el comportamiento del agente de principio a fin.
- Optimización de prompts automatizada, que ajusta instrucciones según los resultados obtenidos.
Y aquí aparece una joya tecnológica: el Reinforcement Fine-Tuning (RFT), disponible en GPT-5. El RFT permite entrenar agentes con retroalimentación humana y objetivos específicos, mejorando su razonamiento y personalizándolo por sector o empresa.Esto significa que los agentes pueden aprender con cada interacción, hasta optimizar sus procesos con una precisión que ningún software tradicional podría alcanzar.
El software agéntico como nuevo paradigma empresarial
El impacto de AgentKit va mucho más allá del desarrollo. Representa un cambio filosófico en cómo entendemos el software corporativo. En lugar de aplicaciones monolíticas, tendremos ecosistemas vivos de agentes especializados:
- Un agente financiero que vigila gastos y genera reportes.
- Un agente de RRHH que analiza métricas de talento y bienestar.
- Un agente de innovación que monitorea tendencias del sector.
- Un agente de marketing que ajusta campañas según resultados en tiempo real.
Cada uno con su propio propósito, pero coordinado dentro del sistema operativo conversacional de ChatGPT. En el mundo público, ayuntamientos y gobiernos podrían usar agentes para gestionar subvenciones, atención ciudadana o seguimiento de políticas. En el sector educativo, un agente podría ser tutor, mentor y evaluador a la vez.
En definitiva, estamos viendo el surgimiento de una economía agéntica, donde el software deja de ser un producto para convertirse en un colega digital.
De la automatización al pensamiento autónomo
El gran salto cualitativo que introduce AgentKit es la capacidad de pasar de automatización reactiva a inteligencia autónoma. Ya no se trata de programar reglas, sino de enseñar a pensar. Cada agente puede refinar su lógica, evaluar su desempeño y colaborar con otros agentes para resolver problemas complejos. Esto abre el camino hacia un futuro donde las empresas no gestionarán software, sino ecosistemas de inteligencia colectiva.
De lo reactivo a lo proactivo: ChatGPT Pulse y la búsqueda profunda
La mayoría de los avances tecnológicos de las últimas décadas han tenido algo en común: han sido reactivos. Esperan que el usuario haga algo —una búsqueda, un clic, una orden— para responder. Pero el verdadero salto de la inteligencia artificial no será su capacidad para contestar, sino su capacidad para adelantarse.
Con el lanzamiento de ChatGPT Pulse, OpenAI introduce un cambio radical en la forma en que concebimos la interacción digital: ya no hablamos con la máquina, la máquina nos habla a nosotros.
Hasta ahora, ChatGPT era un asistente brillante, pero pasivo. Esperaba que le pidieras algo. Pulse cambia completamente esa lógica: convierte a ChatGPT en un asistente proactivo que observa, analiza y sugiere, moviéndose de la reacción a la intención predictiva.
¿Cómo funciona? Cada noche, Pulse analiza el contexto del usuario —su historial de chat, sus tareas, sus proyectos, incluso la información que ha autorizado desde Gmail o Calendar— para generar actualizaciones y sugerencias personalizadas al día siguiente. Al despertar, el usuario puede encontrar algo así: “Buenos días. He visto que mañana tienes una reunión con el equipo de innovación. ¿Quieres que te prepare un resumen de las tendencias recientes sobre IA aplicada a gobiernos locales?”
No es ciencia ficción. Es la IA que trabaja mientras duermes.
Pulse no solo actúa proactivamente; también introduce un nuevo tipo de búsqueda: la búsqueda profunda (Deep Search). A diferencia de las búsquedas tradicionales —que devuelven información estática—, la búsqueda profunda razona sobre los datos y extrae conclusiones. Por ejemplo: “¿Qué proveedores del último trimestre mantuvieron los plazos y redujeron costes más de un 10 %?” En lugar de ofrecer enlaces o listados, Pulse analiza los informes financieros, identifica patrones y entrega un resumen analítico. La diferencia es sutil pero transformadora: ya no buscamos información, obtenemos respuestas estructuradas.
En el contexto del Internet IA-First, la búsqueda profunda convierte a ChatGPT en la capa semántica universal del conocimiento. Es el equivalente a tener un analista estratégico en el bolsillo, disponible 24/7.
La proactividad contextual
Pulse no se limita a ofrecer información: actúa dentro del flujo de la vida digital del usuario. Si detecta que una conversación en el chat mencionó “viaje de trabajo a Bruselas”, puede conectar con el calendario, revisar las fechas y sugerir: “He visto tu viaje a Bruselas la próxima semana. ¿Quieres que reserve alojamiento cerca del Parlamento Europeo?”
Si observa que un proyecto lleva semanas sin actualización, puede preguntar: “Han pasado 14 días desde la última revisión del proyecto Alfa. ¿Quieres que te recuerde al equipo responsable?” Esto no es intrusivo, porque Pulse funciona bajo el principio de curaduría del usuario: todas las sugerencias pueden aprobarse, personalizarse o desactivarse. El control sigue estando en manos humanas, pero la carga cognitiva disminuye drásticamente.
La memoria como nuevo sistema operativo
Detrás de Pulse hay una idea aún más profunda: la memoria persistente contextual. Cada interacción deja una huella que ChatGPT puede recordar, sintetizar y reutilizar. Pero esta memoria no es monolítica: se estructura en espacios particionados —trabajo, salud, aprendizaje, ocio—, garantizando privacidad y precisión contextual.
Esto marca un antes y un después en el diseño del software. En el mundo tradicional, los programas olvidaban cada sesión. En el Internet IA-First, la continuidad se convierte en el corazón de la experiencia digital. El futuro no pertenece a las aplicaciones que “responden”, sino a las que te conocen.
Una de las capacidades más innovadoras de Pulse es su modo de investigación asíncrona. El sistema puede profundizar en temas durante horas, sin intervención del usuario, y presentar resultados sintetizados cuando los necesita.
Por ejemplo, un usuario puede decir: “Investiga los programas de subvenciones europeas para pymes tecnológicas y prepárame un resumen con requisitos y plazos.” Mientras el usuario sigue con su día, Pulse recopila información, filtra fuentes, elimina redundancias y entrega un informe con referencias verificables. Un proceso que normalmente requeriría horas humanas se resuelve en minutos automatizados.
Este es el comienzo de una nueva relación entre humanos y máquinas: la colaboración asíncrona con inteligencia artificial.
Ética, confianza y control
Por supuesto, un sistema que observa, analiza y anticipa plantea grandes desafíos éticos. ¿Cómo se evita la sensación de vigilancia constante? ¿Cómo se asegura que la IA respete los límites personales?
OpenAI aborda este reto con una filosofía clara:
- El usuario elige qué datos compartir y puede borrar conversaciones o memorias en cualquier momento.
- Cada acción proactiva se muestra con transparencia (“ChatGPT te sugiere esto porque…”).
- Las memorias están segmentadas, garantizando que una conversación sobre salud, por ejemplo, nunca influya en decisiones laborales o comerciales.
El objetivo no es crear un asistente invasivo, sino un compañero digital ético y empático.
De lo predictivo a lo preventivo
La visión de Pulse apunta aún más lejos: hacia sistemas preventivos. IA que no solo anticipa lo que quieres, sino lo que podrías necesitar para evitar errores, retrasos o pérdidas. Por ejemplo: “Tu suscripción a Zoho TrainerCentral está por vencer. Si la renuevas ahora, mantendrás el precio anterior.”
El futuro de la proactividad no es la predicción, sino la prevención inteligente. Y eso redefine el papel de la IA: deja de ser una herramienta reactiva para convertirse en una capa cognitiva de asistencia continua.
Sora y el ecosistema de consumo: del trabajo a la experiencia social IA-First
Si ChatGPT representa el “lado racional” del Internet IA-First —productividad, aprendizaje, transacción, desarrollo—, Sora encarna su lado emocional: creación, expresión y conexión humana. Donde ChatGPT estructura el pensamiento, Sora despierta la imaginación.
OpenAI ha dejado claro que su visión no se limita al entorno profesional. Su objetivo es crear un ecosistema completo de experiencias IA-First, donde las personas no solo trabajen con la inteligencia artificial, sino vivan, creen y se relacionen a través de ella.
Y en esa misión, Sora no es un experimento. Es una declaración.
El modelo Sora 2, lanzado recientemente, ha sido descrito como el “GPT-3.5 del vídeo”. No porque sea una simple evolución técnica, sino porque representa un cambio de paradigma en la generación audiovisual. Hasta ahora, los modelos de vídeo generativo producían clips inconsistentes: luces incoherentes, sombras imposibles, físicas erráticas.
Sora 2 ha cambiado eso.
Su motor multimodal es capaz de:
- Modelar dinámicas físicas complejas (como objetos que flotan, caen o rebotan con realismo).
- Mantener la coherencia temporal y espacial entre escenas.
- Integrar sonido y diálogo sincronizados con los movimientos.
- Y, quizás lo más revolucionario, incluir personas y objetos reales en entornos generados por IA.
Este último punto introduce una nueva función llamada cameos: un usuario puede grabarse brevemente, y Sora inserta su imagen y voz en cualquier contexto imaginado —una conferencia, un videojuego, un documental o un anuncio— con una fidelidad impresionante.
El impacto en las industrias creativas es evidente: Sora 2 no solo automatiza la producción audiovisual, sino que democratiza el cine, permitiendo que cualquier persona sea director, actor y productor desde una interfaz conversacional.
La aplicación Sora: la red social “AI-First”
OpenAI no se ha detenido en la generación de vídeo. Ha lanzado también Sora, una aplicación social para iOS que combina la creatividad generativa con interacción entre usuarios. A primera vista, parece una mezcla entre TikTok y Midjourney, pero su esencia es mucho más profunda: una red social diseñada para crear, no para consumir.
En Sora, los usuarios no hacen “scroll”, hacen prompting. Escriben o dicen lo que quieren ver —“un atardecer cyberpunk sobre Barcelona”, “una coreografía de robots en un desierto de cristal”— y la app genera vídeos que otros pueden remixar, comentar o continuar.
Este enfoque transforma por completo el modelo de participación digital:
- No hay influencers en el sentido tradicional, sino co-creadores.
- No hay contenido viral diseñado para retenerte, sino contenidos evolutivos que invitan a participar.
- La métrica ya no es el tiempo de permanencia, sino el número de interacciones creativas.
Según los primeros datos, Sora alcanzó un millón de descargas en menos de cinco días, superando incluso el ritmo inicial de ChatGPT. Y lo hizo con acceso limitado (solo en EE. UU. y Canadá, y por invitación).
La creatividad como infraestructura
OpenAI está dejando claro que la creación generativa no es una funcionalidad, sino una nueva infraestructura cultural. Con Sora, la creatividad se convierte en un derecho digital universal. Esto tiene implicaciones sociales profundas:
- El vídeo deja de ser un formato exclusivo para profesionales.
- Las narrativas globales pueden surgir desde cualquier rincón del mundo.
- La identidad digital se redefine a través de la expresión generativa.
Y, al igual que ChatGPT se integra con herramientas de productividad, Sora está empezando a conectarse con plataformas creativas externas (como Blender, Unreal Engine o DaVinci Resolve), convirtiéndose en el “motor de renderizado cognitivo” de una nueva era audiovisual.
La tensión entre la misión y el negocio
Sin embargo, este movimiento ha generado debate dentro y fuera de OpenAI. Algunos investigadores han expresado preocupación: ¿cómo se alinea una aplicación social y de entretenimiento con la misión original de la compañía —“asegurar que la AGI beneficie a toda la humanidad”?
Sam Altman ha respondido con una visión pragmática: “Nuestra misión no es solo desarrollar la AGI, sino distribuirla. Los productos de consumo son el vehículo que lleva la inteligencia a las personas.”
Desde esa perspectiva, Sora y ChatGPT son las dos caras de la misma moneda: una construye la capa productiva del Internet IA-First; la otra, su capa emocional y cultural.
Nick Turley, jefe de ChatGPT, lo explicó así: “La inteligencia artificial no puede limitarse al trabajo. Si realmente va a convivir con nosotros, también debe formar parte de nuestras formas de diversión, expresión y relación.”
La convergencia de ecosistemas
En realidad, ChatGPT y Sora están convergiendo hacia una misma infraestructura. Ambas plataformas comparten tecnologías clave:
- Modelos multimodales capaces de entender texto, audio, imagen y vídeo.
- Protocolo MCP, que conecta ambos entornos con fuentes externas.
- Memoria compartida y personalización contextual, que permite coherencia entre la identidad laboral y la creativa del usuario.
En el futuro próximo, un mismo usuario podría:
- Pedir a ChatGPT que redacte el guion de un spot.
- Usar Sora para producir el vídeo.
- Y publicar el resultado directamente en sus redes o plataformas internas.
Todo sin necesidad de exportar archivos ni pasar por herramientas intermedias. Es la fusión total entre productividad, creatividad y comunicación, impulsada por IA.
El nacimiento de la cultura IA-First
Sora no es solo una aplicación: es el símbolo de una nueva cultura digital. Una cultura donde la creación se democratiza, la colaboración se amplifica y la imaginación se acelera. La frontera entre creador y espectador se desvanece. Y lo más disruptivo: cada pieza generada, cada colaboración, cada remix, entrena el propio sistema. La cultura IA-First se retroalimenta. Cada acto creativo mejora la inteligencia que lo inspira.
Este es el comienzo de un ciclo virtuoso donde el ser humano deja de ser un mero usuario de tecnología para convertirse en su co-autor permanente.
La reconfiguración del Internet que conocemos
La historia de la tecnología está escrita en capas. Primero, las máquinas automatizaron la fuerza física. Después, los ordenadores automatizaron el cálculo. Y ahora, la inteligencia artificial está automatizando la cognición.
El Internet IA-First no es simplemente una evolución de la red que conocemos. Es un nuevo sistema operativo para la sociedad digital, donde la conversación sustituye al clic y la intención se convierte en la nueva unidad de interacción. Por primera vez, la interfaz ya no es un teclado ni una pantalla, sino el propio lenguaje humano.
Este cambio redefine las reglas del juego para empresas, instituciones y personas. La ventaja competitiva ya no dependerá de quién tenga más datos o servidores, sino de quién sepa conversar mejor con la inteligencia.
Cada innovación descrita a lo largo de este artículo —ChatGPT, Pulse, AgentKit, ACP, Sora— no es un producto aislado, sino un componente de un ecosistema agéntico unificado.
Podemos imaginarlo como un nuevo “sistema solar digital” donde:
- ChatGPT actúa como el sol, la interfaz cognitiva central que organiza la interacción.
- El Apps SDK y el MCP forman los planetas del ecosistema, permitiendo que miles de aplicaciones orbitan de forma integrada.
- AgentKit es la fábrica de nuevas inteligencias: los agentes que aprenden, colaboran y evolucionan.
- El ACP (Agentic Commerce Protocol) es la fuerza gravitatoria económica que conecta usuarios y empresas mediante el comercio conversacional.
- Pulse aporta la proactividad, la memoria y la personalización contextual.
- Sora, finalmente, introduce el componente cultural: la creatividad, el entretenimiento y la identidad digital.
Cada uno de estos elementos es poderoso por sí mismo, pero su verdadero potencial emerge cuando se combinan. Juntos, conforman el tejido de un nuevo Internet donde la IA no es una aplicación dentro de la red, sino la red misma.
Durante dos décadas, el poder digital estuvo en manos de los navegadores, los buscadores y las redes sociales. Eran los guardianes del acceso, de la atención y del tráfico. Pero la irrupción del Internet IA-First está desplazando esas jerarquías.
- Los navegadores se vuelven secundarios: ya no se “navega”, se conversa.
- Los buscadores pierden relevancia: la IA entrega respuestas, no enlaces.
- Las redes sociales se transforman: la viralidad deja paso a la co-creación.
- Y los sistemas operativos tradicionales se diluyen: la IA vive por encima de ellos, gestionando intenciones, no aplicaciones.
En este nuevo mapa, el punto de partida de la experiencia digital ya no será Google, ni Facebook, ni un icono en el móvil. Será una conversación. Una ventana viva que nos conoce, nos escucha y nos asiste. ChatGPT es esa ventana. Y detrás de ella, una infraestructura que no solo responde, sino que piensa, predice y ejecuta.
ChatGPT, Pulse, Sora, AgentKit, ACP… Todos son capítulos de una misma narrativa: la del Internet que aprende a pensar contigo.
2 Comentarios
He leído con mucho interés el artículo y reconozco que la visión del “Internet IA-First” es tan sugerente como ambiciosa. Coincido en que la conversación se está convirtiendo en la nueva interfaz digital, pero me cuesta ver todavía la evidencia que permita afirmar que ChatGPT —o cualquier actor único— pueda ocupar ese papel de “sistema operativo cognitivo” global.
A día de hoy, dudo que OpenAI disponga de la capacidad de cómputo necesaria para sostener esa escala de integración continua entre aplicaciones, memoria y comercio. Además, otros ecosistemas —especialmente en China y en Europa— están desarrollando infraestructuras equivalentes con políticas de soberanía tecnológica propias.
Por eso, más que una realidad consolidada, entiendo esta idea del Internet IA-First como una hipótesis interesante: una tendencia que merece seguimiento crítico, pero no un destino inevitable. El riesgo es confundir visión con diagnóstico y convertir el entusiasmo tecnológico en dogma.
Totalmente de acuerdo. La base conceptual del artículo es sólida, pero como bien apuntas, todavía hay demasiadas piezas por encajar para que ese escenario se materialice tal y como lo imagina OpenAI. Aun así, sus intenciones van claramente en esa dirección, y eso, en sí mismo, ya marca una tendencia.
Si no lo consigue uno, lo hará otro, porque la visión es la correcta: la conversación como interfaz y la IA como capa cognitiva de todo lo digital. Yo llevo tiempo utilizando el navegador casi como un sistema operativo, y es evidente la evolución: Google, OpenAI… o quizás un tercero menos visible ahora mismo. Lo que parece indiscutible es hacia dónde se mueve la aguja…